Capitulo 4

Capítulo 4: Rebelión de los campesinos
Los habitantes de Villaebro eran campesinos trabajadores y pacíficos. Cultivaban sus campos con esmero, cuidaban de sus animales y vivían en armonía con la naturaleza. Con el tiempo, su esfuerzo dio sus frutos, y Villaebro comenzó a prosperar.
La creciente riqueza de Villaebro llegó a oídos del noble local, quien decidió enviar a su recaudador de impuestos, un hombre codicioso, egoísta y malvado, para exigir tributos a los campesinos. El recaudador, un hombre corrupto y arrogante, llegó a Villaebro con un grupo de guardias armados.
Con una sonrisa burlona, el recaudador anunció a los campesinos que debían pagar impuestos mucho más altos de lo que nunca habían pagado. Los campesinos, sorprendidos e indignados, protestaron. Le explicaron al recaudador que apenas tenían suficiente para vivir, pero el hombre no escuchó. Se burló de ellos, los amenazó con sus guardias y les exigió que pagaran hasta el último céntimo (meaja).
Los campesinos, desesperados, se reunieron en la plaza del pueblo para discutir qué hacer. Sabían que si pagaban los impuestos exorbitantes, se quedarían sin nada. Pero también sabían que si se negaban, el noble enviaría a sus soldados para castigarlos.
De repente, un joven campesino se puso de pie y, con voz firme, dijo: «No podemos permitir que este hombre nos robe lo que hemos ganado con nuestro sudor. ¡Debemos luchar!».
Sus palabras resonaron en los corazones de los demás campesinos. Se dieron cuenta de que tenían razón y decidieron unirse y luchar contra la injusticia.
Cuando el recaudador regresó a la plaza para cobrar los impuestos, se encontró con una multitud de campesinos enfurecidos con sus herramientas de labranza en alto.
El recaudador, sorprendido y asustado, ordenó a sus guardias que atacaran a los campesinos. Pero los guardias, viendo la determinación en los ojos de la multitud, dudaron y perdieron. Sabían que no podían luchar contra tanta gente enfurecida. El recaudador, viendo que estaba superado en número y en determinación, imploró piedad cristiana. Los campesinos, victoriosos, capturaron al avaricioso recaudador.
Al final, el noble llegó para poner orden y poner a una buena persona a cargo de los impuestos.
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